5 abr 2007

Una cita del libro Pablo el líder

J. Oswald Sanders, Pablo el Líder, (Miami: Vida, 1986), pág. 9



En nuestro Señor, y no en Pablo, vemos el liderazgo ideal, pues Él es el Líder por excelencia. Sin embargo, hay quienes se atemorizan y desaniman ante su misma perfección. Puesto que Él no heredó una naturaleza pecaminosa como nosotros, creen que esto le confirió una enorme ventaja y lo quitó de la arena de las luchas y fracasos terrenales de los humanos. Parece estar tan por encima de ellos, que es muy poca la ayuda práctica que pueden sacar de su brillante ejemplo. Aunque esta idea surge de un concepto erróneo de la clase de ayuda que Cristo puede ofrecer, sus resultados son muy reales.

En el apóstol Pablo, Dios nos ha provisto el ejemplo de “un hombre semejante a nosotros” (Santiago 5:17). Es verdad que fue un hombre de suma grandeza, pero también fue un hombre que conoció el fracaso y el éxito; un hombre que exclamó con desesperación: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” pero también se alegró diciendo: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Romanos 7: 24,25).

Este y otros desbordamientos de su corazón lo traen muy cerca de nosotros, donde podemos identificarnos más fácilmente con sus experiencias. El no era “un santo imposible”, sino un hombre débil y falible como nosotros, cercano a nuestra necesidad.

En Cristo tenemos la inspiración de un Hombre real que nunca falló, mientras que en Pablo tenemos el aliento de un hombre que cayó y se volvió a levantar. Un hombre perfecto revela cuál es el ideal; un hombre derrotado y después victorioso descubre lo que podemos llegar a ser por la gracia de Dios. Necesitamos a Jesús a un lado de nosotros, y a Pablo al otro lado, para andar en victoria por la vía difícil y peligrosa.

Para que nuestro estudio de los principio del liderazgo en Pablo rinda fruto permanente, tiene que ser más que un ejercicio académico. Cada lector tendrá que dominarlos y traducirlos en acción de su propia vida y esfera de servicio. Los hechos tendrán que hacerse factores de la experiencia.

Debemos estarle agradecidos por la inconsciente autorevelación que caracteriza a sus cartas. Aprendemos mucho más de él por las referencias indirectas y espontáneas de sus cartas, que por el material histórico de Lucas en el libro de los Hechos. En su biografía de A.W. Tozer, D.F. Font adoptó el método de ver al hombre desde sus propios escritos, y este el el método que seguiremos en estos estudios.

En Pablo tenemos un prototipo inspirador de lo que un hombre, totalmente entregado a Dios, puede lograr en una sola generación. Será nuestro propósito verlo especialmente en su papel de dirigente de la Iglesia: considerar su punto de vista sobre temas de importancia; examinar las cualidades que hicieron de él el hombre que fue y descubrir cómo estas características contribuyeron a su espléndido liderazgo.